Nalena Jares Rivero
Cuando niña disfrutaba los paseos por el parque Baconao. Realmente era toda una fantasía. Recuerdo aquella mezcla de olores infantiles y un poco de aroma de mar, recuerdo en los días en que me entristecía cuando llegaba la hora del regreso.
Por supuesto, un momento sublime del recorrido era cuando pasábamos por medio del valle de la pre-historia. Todos los animales me parecían reales; era regresar a otra época, esa que solo recogen los libros de historias y leyendas.
Y aún existe el Valle de la pre-historia; todavía sus enormes animales invitan a los viajeros. Algunos demuestran que han pasado los años y ya no son los mismos, aun cuando han sido remozados en numerosas ocasiones y artistas de la plástica en el territorio se empeñan en no dejar morir el mundo primitivo.
El sitio, inaugurado en 1989, tiene una superficie de 11 hectáreas y conserva al aire libre cerca de 200 figuras realizadas con la técnica de ferrocemento.
El recorrido es bajo el sol, pero la simple idea de una fotografía no deja amenazas al paseo, pues una instantánea en el sitio será siempre única, ya sea entre los gigantes dinosaurios, los reptiles, las aves, o sencillamente sobre la hierba.
Y está también el hombre de Cro-Magnon, ante el cual cualquiera se vería enano. Sus 12 metros de alto con el hacha de piedras en la mano simbolizan la fuerza humana, la superioridad, o simplemente, el modo en el que él transforma la naturaleza para su propio beneficio.
El Parque Baconao cuenta con unos 80 sitios para el esparcimiento, entre playas, museos, sitios históricos y naturales, hoteles, acuario, numerosas unidades gastronómicas como la siempre con las puertas abiertas Casa de Pedro el Cojo.
Distinguido por la magnitud de su belleza el parque Baconao debe su nombre a la leyenda del indito que habitaba la zona y con el cual luego se identificó el río, la laguna y esa franja turística en la costa sureste de este territorio oriental.
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